Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



miércoles, 5 de enero de 2011

Origen de la Mentalidad Argentina 1860-1930 (I)

 La Generación del 80       

En sociología Sorokin describe a la clase social  como un  “grupo específico multivinculado, diferente de la familia, tribu, casta, orden o nación y que en los tiempos modernos ha ejercido una influencia poderosa".  Pues a estas apreciaciones habría que agregar particularidades propias de aquellos que integraron la elite criolla y que pueden explicar el por qué de sus conductas.
En el período tratado pronto se reconocieron, dada su condición económica desahogada, como terratenientes, cultos y europeístas. Consideraban que estaban llamados a ser los verdaderos artífices de la nueva Argentina y que sólo a ellos les pertenecía la dirección del Estado.
Si bien su construcción mental se fue delineando con el tiempo, madura hacia finales del siglo XIX.
Este grupo se consideraba protector, guía y ejemplo cívico de los demás compatriotas, a los que siempre mirará desde arriba en forma risueña y condescendiente.
La administración pública los convierte en políticos que se hacen en Europa. Se rodean siempre con linajes como los suyos. Se sienten distinguidos y adecuan su postura a una falsa pose.
El notable pensador hispánico Ortega y Gasset  los representó en cuerpo y alma: “Encontré un Estado rígido, ceñudo, con grave empaque, separado por completo de la espontaneidad social, vuelto frente a ella, con rebosante autoridad sobre individuos y grupos particulares”,  y agrega “Viven desde sus ilusiones como si ellas fuesen ya la realidad”, es decir un futurismo imaginario desde el cual se sentían muy seguros y hasta invencibles, al punto de forzar al presidente Celman a exclamar que su gobierno había inventado una nueva ciencia política digna de ser imitada en el mundo.
Fe en el progreso y asimilación de lo europeo. Ambas cosas se funden en una sola. Europa nos hizo a su moldura y comodidad, y la oligarquía paternalista facilitó absolutamente su tarea.
El último atisbo de esta generación fue precisamente el último presidente antes de que entrara en vigencia el voto popular y secreto: Victorino de la Plaza, quien después de 20 años de residencia en Londres arrastraba un acento (y una cultura) más anglófilo que la de un auténtico caballero inglés.


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