Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



lunes, 29 de agosto de 2011

Fábula de la esperanza dormida y la tierra firme


Vivían todos en el bosque y en las noches de luna llena se reunían para resolver los problemas de la comunidad. Querían mejorar la convivencia y ayudarse mutuamente para estar más seguros y cuidar de sus familias. Era cierto que los días de oscuridad las fieras atacaban, pero también es verdad que algunos proclamaban la violencia para que Don León cuidara de la selva. Y había más problemas y conflictos. El más frecuente lo provocaba Doña Lechuza que tenía un gran poder de imaginación destructiva o el Señor Cara de Hiena que se los devoraba antes de comerlos. Ni hablar de las hermanas Cotorras y las Gallinas, incapaces de hacer algo por el prójimo y siempre listas para la crítica perversa. Y Doña Víbora...¡ hay las víboras !...esa sí que se arrastraba; sin palabra duradera la consumía la ansiedad y se comía los ratones.  Fijaba su mirada  en lo inmediato pues su afán era demasiado corto. También había unos bichos (por no decir insectos) que no aportaban nada a la naturaleza y consumían el esfuerzo ajeno; eran los más ricos y los menos productivos. Así funcionaba este pequeño mundo incierto. Todo era como al principio, cuando reinaba el caos. Alguien debía ordenarlo para que no sucumbiera. Y un día llegaron los pingüinos, desconocidos en el lugar pues venían del frío. Al principio no parecían molestar a Don León y su tribu de adeptos incondicionales, pero con el tiempo, con su ayuda, las asambleas comunitarias comenzaron a ordenar las piezas del puzzle y todo fue diferente. Ahora, las abejas y las hormigas olvidadas de la historia, despertaron la esperanza que estaba dormida (porque la esperanza también tiene vida propia y a veces se duerme hasta que alguien la despierta), hasta los osos grandulones que invernaban se animaron a compartir en sociedad el fruto del esfuerzo. Es verdad que, en este gran bosque donde conviven especies de todo tipo, aún, el caos se resiste (porque el enemigo se disfraza a menudo) y surge cada tanto vestido en mil formas diferentes. Sin embargo, en las noches de luna llena, los animales del bosque (que no son tan animales) se escuchan y se ayudan mutamente, porque bien saben que la unión hace la fuerza y que el Gran León no podrá con todos, si lo que estaba disuelto en el barro y el agua reconstruye su casa sobre la tierra firme.

Carlos Cabrera




lunes, 22 de agosto de 2011

Historia del indiecito y la Conquista del Desierto


Cuentan que en un pueblo perdido al sur de la Provincia de Buenos Aires (creo yo, si la memoria no me falla, entre Azul y Tapalqué) un indiecito iba a la escuela. Vivía en las tolderías, más allá de los límites del desierto. Y la escuela era, en realidad, una tienda de campaña que algún hombre de bien había levantado, espontáneamente, junto a los fortines de avanzada. Y el desierto no se llamaba desierto porque lo fuera, sino porque nadie o casi nadie vivía allí. Porque ahora estaban los colonos más avezados para producir la tierra. Y a los indios los expulsaban  por las buenas o por las malas, aunque más por las malas. Y  el gaucho no podía cabalgar libremente sin papeleta de trabajo, a riesgo de ser perseguido por cuatrero o por cualquier razón que inventaban, graciosamente, unos señores uniformados. Pues está claro que, indios y mestizos, eran sacrificados en nombre de un bien común y superior: La Nación Argentina (aunque luego descubriéramos la verdad en terratenientes que  dominaron la tierra para siempre). Así  crecía el país, con los campos de cultivo y después el de las vacas. Y fueron muy pocos los dueños satisfechos y muchos los indios y los gauchos desgraciados....Pero, como dije al principio de estos comentarios, hubo un indiecito de una tribu menos díscola que venía con sus ojos de sueño que parecían dos estrellas azules encendidas en la mañana. No se sabe bien por qué caminaba tantos kilómetros hasta la escuelita improvisada, ni tampoco por qué lo aceptaron sin objeciones a pesar de su origen salvaje; sus abuelos indios habían muerto a manos de un batallón del ejército y no era conveniente involucrarse con esta tribu. Pero, desde la época de Rosas, aún sobrevivían pactos de convivencia con algunos (que con la llegada del General Roca, después de los límites fronterizos de Alsina, literalmente se extinguieron) y este pequeño indiecito tuvo el carácter para involucrarse entre los blancos, para aprender a leer y escribir como cualquier niño, después de todo él lo era. Y, con el tiempo, su maestro descubrió la verdad en el fondo de la trama. Su abuelo había sido brujo de la tribu y antes de morir pronunció un nombre mágico. Y con ese nombre  llamaron a su nieto. Los soldados creían que tenía poderes que sanaba el espíritu del hombre y todos le pedían ayuda para ellos y sus familias. Fue así que un día llegó el General con sus fusiles y la escuelita  fue incendiada. Al niño lo domesticaron con sus propios dioses. Lo proclamaron santo. Y la Pampa, ahora, se extiende vasta, secreta y ancha hacia la Patagonia y el gran desierto donde reina la naturaleza y el corazón de los vencidos. El Gran Espíritu duerme, allí, y se expande hacia el Valle de los Rios y La Cueva de Las Manos, más allá del desierto, del agua y de la muerte.

Carlos Cabrera (copyright)

Para tema de consulta:
http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/republica_liberal/conquista_del_desierto.php
http://elblogdelabibliotecaria.blogspot.com/2009/04/historia-argentina-la-conquista-del.html

jueves, 18 de agosto de 2011

Federico García Lorca (+ 18/08/1936) en Buenos Aires

En el verano de 1933, mientras Federico hacía una gira con La Barraca, la compañía de Lola Membrives estrenó en Buenos Aires Bodas de sangre. Tal fue el éxito de la tragedia lorquiana que Membrives y su marido, el empresario Juan Reforzo, le invitaron a Buenos Aires, donde dirigió una nueva producción y leyó una serie de conferencias sobre el arte español en la sociedad Amigos del Arte.

Durante los seis meses que pasó en Buenos Aires y Montevideo (entre octubre de 1933 y marzo de 1934), Lorca dirigió no sólo Bodas de sangre, sino también Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa, el Retablillo de don Cristóbal y, aprovechando su experiencia con La Barraca, una adaptación de La dama boba , de Lope de Vega. En cartas a su familia, expresó su asombro por el éxito de estas obras y por su creciente popularidad entre el público bonaerense: “Buenos Aires tiene tres millones de habitantes pero tantas, tantas fotografías han salido en estos grandes diarios que soy popular y me conocen por las calles”.

Un periodista de aquella época aludió a lo mismo: “García Lorca en la terraza. García Lorca en el piano. García Lorca entre telones. García Lorca en una peña. García Lorca recitando. García Lorca poniéndose la corbata. García Lorca aprendiendo a cebar mate. García Lorca firmando una foto. Y a todo esto, en medio de todo esto, como consecuencia fisiológica de todo esto, García Lorca mirándose las manos, golpeándose la frente, escondiéndose por aquí, huyendo por allá, sin saber el pobre muchacho qué hacer ni dónde meterse para esquivar los golpes del asalto del periodista, del fotógrafo, del dibujante, del empresario, del admirador”.

En enero de 1934, el mismo periodista bonaerense había seguido a Federico a Montevideo, con la esperanza de entrevistarle. Éste se sentía “secuestrado”, primero por la sociedad porteña y luego por Lola Membrives, que le había encerrado en un cuarto de hotel de aquella ciudad para que a marchas forzadas terminara Yerma, la obra que le había prometido para la siguiente temporada.

Su estancia triunfal en Buenos Aires y Montevideo constituyó una revelación: el joven dramaturgo se dio cuenta de que su obra podía interesar a un vasto público fuera de España; de que podía hacer carrera en el teatro, y de que, como dramaturgo, no se quedaría nunca a merced de los empresarios madrileños. Bodas de sangre alcanzó más de ciento cincuenta representaciones en Buenos Aires. Gracias a ello, Federico García Lorca logró, por fin, su independencia económica.

Como el viaje a Cuba en 1930, el viaje a Argentina le deparó una serie de amistades nuevas, entre ellas: los poetas Pablo Neruda, Juana de Ibarbourou y Ricardo Molinari; el escritor mexicano Salvador Novo, y el crítico Pablo Suero.

Fuente: http://www.garcia-lorca.org/ (página oficial de utilidad para las escuelas argentinas)

miércoles, 3 de agosto de 2011

After the Gold Rush...

(Doctor Glow)"...Pero el oro es corruptor. Allí donde el dinero abunda, rara vez el patriotismo existe. Además de eso, el cosmopolitismo, que tan grandes proporciones va tomando entre nosotros, hasta el punto de que ya no sabemos lo que somos, si franceses o españoles, o italianos o ingleses, nos trae, junto con el engrandecimiento material, el indiferentismo político, porque al extranjero que viene a nuestra tierra, naturalícese o no, maldito lo que se le importa que estemos bien o mal gobernados. Haya dinero, prospere su industria, esté bien remunerado su trabajo, y él se ríe de lo demás. Ahora bien, lo peor del caso es que se nos ha contagiado este culpable egoísmo importado; ¡a nosotros, los argentinos! Yo, para hablarte con franqueza, lo experimento en mí mismo. A pesar de todas estas declamaciones que ahora estoy haciendo bajo la impresión de un entusiasmo pasajero, sé que en el fondo no podría substraerme a los halagos de mi vida lujosa para lanzarme a... a una revolución, por ejemplo."
...Granulillo dijo que el gobierno actual era tan bueno como cualquier otro. "Tú estás impresionado por las declamaciones de los diarios de oposición, que son la válvula de los envidiosos..." Y empezó a hacer una enumeración de todos los periodistas contrarios a sus ideas, poniéndolos de oro y azul, diciendo horrores de cada uno... "También yo soy periodista, conozco a esa gente... ¿Prest? ¿Urquino? Pregúntale al segundo de dónde sacó el dinero que necesitaba para fundar su diario." Hablábale de cierto negocio turbio relacionado con el Banco de la Provincia, que le suspendió el crédito, circunstancia que lo hizo pasarse a la oposición. Y adornó el retrato con detalles horribles de la vida privada de su víctima, que aseguraba conocer a fondo. La discusión amenazó convertirse en agria disputa. Glow propuso cambiar de conversación...

La Bolsa (Estudio social) / 1891

Julián Martel [seud. de José María Miró] (1867-1896)
Fuente: Segunda edición, Imprenta artística "Buenos Aires", Venezuela 511, Buenos Aires, 1898.

martes, 2 de agosto de 2011

Jorge Luis Borges (V)


EL ETNÓGRAFO

El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontenido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros.  Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue.
    En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.
    -¿Lo ata su juramento? -preguntó el otro.
    -No es ésa mi razón -dijo Murdock -. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir.
    -¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? -observaría el otro.
    -Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.
    Agregó al cabo de una pausa:
    -El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos.
    El profesor le dijo con frialdad:
    -Comunicaré su decisión al Concejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?
    Murdock le contestó:
    -No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.
    Tal fue, en esencia, el diálogo.
    Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale.