Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



martes, 25 de enero de 2011

"La Noche de los Cuadernos Rotos" (Sinopsis novela inédita)



Década del 70 en Argentina; época de dictadura y persecución ideológica. Un grupo de adolescentes consolidan una amistad profunda y solidaria; lejos del consumismo sueñan con un ideal de familia comunitaria, lejos de Buenos Aires. Viven cada día eludiendo las persecuciones y amenazas del sistema sin privarse de la libertad. Un aire de cierta ingenuidad y búsqueda altruista envuelve  al grupo; desconocen la realidad oculta y, pronto, sabrán de la existencia de mundos paralelos, el propio y el submundo por el cual se mueven los exterminadores, seres sin escrúpulos, torturadores a sueldo, fuerza paralela del mal que ataca la subversión del pensamiento libre.
    
La novela está basada en hechos reales vividos por los propios protagonistas, historias narradas en cuadernos que serán  incinerados para garantizar la seguridad del grupo y evitar la terrible condición de desaparecido. Esta es la reconstrucción de aquellos escritos; a través del hilo argumental iremos descubriendo la psicología y el mundo interior de los jóvenes que conformaron la generación de la tiranía y  el oprobio hasta la Guerra de Malvinas. Aquellos que estaban destinados a dirigir un modelo de vida alternativo quedan, finalmente, excluidos y reducidos al silencio, al  secuestro y la muerte. "Algo habrán hecho"  se transforma en la frase habitual que encubre el verdadero drama y la omisión ex profeso o resignada de la gente.
    
Conforme suceden los acontecimientos descubrimos el entorno oscuro y peligroso que se mueve junto al mundo idealizado; una trama en la que los personajes viven, reflexionan, descubren el amor y el sexo y, finalmente, padecen las vicisitudes y consecuencias de un destino que no eligieron, con la firme decisión de ser uno mismo, sin rendirse al sistema imperante y confiados en la unidad del grupo.
    
A lo largo del discurso de la  historia descubriremos situaciones impredecibles, llenas de horror y también de esperanza; en definitiva, un testimonio verídico visto desde la perspectiva de los auténticos protagonistas: Por un lado, el sueño de un mundo solidario, la conciencia  inmaterial y la libertad; por el otro, la realidad indeseable de la persecución, las relaciones peligrosas, la traición y la muerte.

Profesor Carlos Alberto Cabrera (novela en construcción, basada en hechos reales acontecidos entre 1976-1983)

sábado, 22 de enero de 2011

Resonancias del Bicentenario (Cursos/Conferencias)


PARTE I: 1778/1860

1- Introducción
2- El Virreinato del Río de la Plata
3- Las Reformas Borbónicas
4- Los Antecedentes de la Revolución de Mayo
5- La Semana de Mayo.
6- La Primera Junta
7- Las Expediciones Militares
8- Gobiernos hasta 1820
9- Guerras Civiles
10 Juan Manuel de Rosas
11 Caseros y la Constitución del 53

PARTE II: 1860/1930

1- La Organización Nacional
    1.1 El Proyecto Intelectual
    1.2 La Trilogía Refundadora
2- La Oligarquía y la Apropiación del Estado
    2.1 Juárez Celman y la Fiebre del Oro
    2.2 El Disparo por la culata
3- Materia Prima for export
    3.1 Terratenientes, tierra y poder
    3.2 La Producción Agropecuaria
4- Dulce Capital Británico
5- Una Invasión Necesaria
6- Construcción de la Mentalidad Argentina
    6.1 La Generación del 80
    6.2 El Hijo predilecto de Buenos Aires
    6.3 Los "gringos" del Viejo Mundo
    6.4 El gaucho: Hijo de la Barbarie
7  Conclusiones de un Modelo Neocolonialista

PARTE III: 1930/2001

1- La Década Infame
2- Juan Domingo Perón
    2.1 El 17 de octubre de 1945
    2.2 Perón o Braden
    2.3 Eva Perón
    2.3 Constitución del 49
    2.5 Segundo Gobierno
3- Los Gobiernos Militares
4- Retorno de Perón. Gobierno de Isabel
5- Dictadura Militar 1976/1982 (Malvinas)
6- Con la Democracia se come, se educa, se cura...

     Pub Cultural "Nueve Reinas": http://nuevereinaspub.wordpress.com/
     (y Asociaciones que lo soliciten) Valencia 2011

martes, 18 de enero de 2011

Un Modelo Neocolonialista (1860-1930)



Conclusiones
 
Podría extender el presente trabajo a un análisis más exhaustivo de las circunstancias que rodearon el fenómeno político, económico y social de la etapa considerada; sin embargo, comprendo que no es el fin principal de este ejercicio de análisis e interpretación histórica. Vuelvo a recalcar que es una de las visiones; no la única. A cada uno corresponde profundizar en los hechos que modelaron un espíritu transformador que se construía al ritmo de una macroeconomía instrumentada desde el viejo continente.
Ha existido desde siempre un interrogante básico cuya respuesta se ha multiplicado en función del origen de la misma: ¿Era posible edificar una República soberana desde otros principios dogmáticos que no fueran los que se impusieron finalmente? Al respecto, con la mayor intención de objetividad posible, me animo a decir que se hizo lo que se debía hacer (muy a mi pesar y no es contradicción). Desde el mismo principio doctrinal de la Generación del 37 quedaba claramente estipulado. El problema estaba, no en aquellos principios, sino en la modalidad de cómo se llevaría a cabo y, en este sentido, adquiría un valor extremadamente significativo, saber quiénes serían los sujetos-instrumentos del gran cambio transformador. No había en el fondo de dicho planteo, demasiadas alternativas para iniciar la tarea de construcción de un nuevo Estado (según Mitre la Nación era preexistente, observación también discutible).
Hacia 1860, el proletariado era entonces una utopía marxista (llevaría casi un siglo consolidarlo); la burguesía era precaria, necesitaría la incorporación del inmigrante para adoptar una forma definida que la pusiera en la dirección del poder político (lo alcanzaría en 1916); los intelectuales habían hecho el ejercicio mental que se esperaba de ellos, pero no estaban preparados para la función pública, eran el instrumento racional que se requería para forjar la nueva República, eran sencillamente los hacedores intelectuales y, salvo excepción, carecían de la suficiente prepotencia para dominar a compatriotas y enfrentarse con descaro a las ambiciones externas; por último quedaba la peor de las opciones: Ser una prolija y bella colonia, una reminiscencia de Sudáfrica o Australia.
Fueron los que mejor se acomodaban a esa coyuntura los que se adueñaron del poder: La elite criolla, terrateniente y oligárquica.
Un rasgo propio de la Nación Argentina, un destello extendido a toda Latinoamérica.
Si bien el segmento histórico evaluado se organiza en tres momentos diferenciados (Organización Nacional 1860-1880, Período Oligárquico Agro-exportador 1880-1916 y Primeros Gobiernos Democráticos 1916-1930), en realidad, es una extensión ciertamente homogénea en términos económicos en virtud, de que los principios de la oligarquía aún siguieron vigentes por mucho tiempo. Los gobiernos radicales jamás se habían planteado el problema de la soberanía política y, aún menos todavía, económica y cultural. Estos incipientes primeros intentos, aunque timoratos todavía, vendrían de la mano del Socialismo, cuyas propuestas sociales se impondrían durante el primer gobierno del gran estadista del siglo XX nacional, Juan Domingo Perón.
La historia obliga a ser selectivo, claro y, en lo posible, prudente. Hay mucho para decir, no sólo sobre el tema tratado, sino sobre toda la Historia Argentina e, incluso, sobre la vasta y rica Historia Latinoamericana; espero ir deshilvanando el tejido de la trama para cumplir, sobre todo, con todas las asociaciones y entidades argentinas diseminadas por Europa y el mundo.

domingo, 16 de enero de 2011

LENGUAS NACIONALES: Lengua Gaucha y Lunfardo

Ambas formas lingüísticas pertenecen, en origen, al período tratado (1860-1930) y, en el tiempo, muchas de estas palabras se impusieron en el peculiar español hablado en el  Río de la Plata. Hago aquí una mirada rápida sobre el tema con un criterio descriptivo y conceptual.

Glosario de la Lengua Gaucha

Aindiao: Que tiene algo de indio.
Alzao = alzado: Fugitivo
Apero: Elementos que constituyen la montura o silla del gaucho.
Baquiano: Guía, hombre conocedor del lugar.
Bicho: Forma despectiva aplicada a personas y animales.
Boliche: Pequeño almacén o pulpería.
Cancha: Lugar despejado, abierto.
Cantón: Fortín primitivo.
Cimarrón: Animal salvaje/ Mate amargo.
Conchabarse: Trabajar a sueldo.
Chancleta: Flojo, apocado.
China: Mujer o compañera del gaucho.
Chorlito: Ave fácil de cazar.
Chucho: Miedo.
Chusma: Hombres, mujeres y niños que no podían pelear.
Domar: Tarea que realiza el domador para amansar animales.
Emperrao = emperrado: Empecinado.
Engatusar: Burlar, engañar.
Entrevero: Choque de dos cuerpos de caballería.
Estaca: Palo de poca altura enterrado para asegurar con tiras de cuero
animales o personas.
Facha: Aspecto físico.
Flete: Pingo.
Garguero: Garganta.
Gato: Baile popular.
Gresca: Riña o pelea.
Gringo: En general, incluye a todos los extranjeros, sin tener tono
despectivo.
Guacho: Animal criado sin madre.
Guapo: Valiente.
Hocico: Boca de las personas.
Infiel: El indio.
Jabón: Miedo, temor.
Ladino: De gran astucia.
Malevo: Delincuente.
Malón: Ataque de los indios a las poblaciones y fortines del desierto.
Manotear = manotear: Robar.
Mate: Calabacita seca y ahuecada donde se prepara la infusión de
yerba mate.
Mazamorra: Plato preparado con maíz hervido.
Milico: Agente de policía, gendarme, soldado.
Milonga: Danza popular, baile o fiesta.
Ñandú: Avestruz americana.
Pago: Distrito, lugar conocido al que se refiere alguien.
Pampero: Viento regional del oeste argentino.
Papeleta: Documento de identidad.
Partida: Fuerza policial en busca de personas perseguidas.
Payada: Contrapunto acompañado de guitarra entre dos cantores que
improvisan versos y se desafían entre sí.
Pedo: Borrachera.
Pellejo: La vida.
Pericón: Baile popular.
Picaflor: Persona enamoradiza y galanteadora.
Pingo (flete): Buen caballo.
Pollera: Falda; por extensión, mujer.
Poncho: Prenda de vestir del hombre de campo consistente en una
manta rectangular, generalmente de lana.
Potro: Caballo sin domar.
Prenda: Mujer querida.
Rancho: Construcción típica y primitiva de paredes de barro.
Rechoncho: Satisfecho.
Remolón: Despreocupado, lento.
Sotreta: Caballo inservible por sus manías/ persona con defectos de
conducta.
Tapera: Rancho en abandono y ruinoso.
Tigre: Jaguar.
Tropilla: Conjunto de caballos guiado por una yegua madrina.
Vago: Toda persona sin ocupación ni domicilio fijo.
Vigüela: Guitarra.
Yapa: Propina; lo que se da de más.
Yerba: Yerba mate para infusión.
 
Glosario del lunfardo

Amasijar: Castigar y derivados.
Apoliyar: Dormir.
Bacán: Persona acomodada.
Bagayo: Valija/ Mujer fea.
Barra: Agrupación de amigos.
Batacazo: Triunfo inesperado.
Berretín: Capricho, antojo.
Biaba: Castigo.
Botón: Agente de policía, vigilante/ El que delata.
Cama: Hacer la cama, celada, trampa.
Cana: Policía.
Canchero: Habilidoso.
Canillita: Vendedor de diarios.
Castañazo: Puñetazo.
Colimba: Servicio militar obligatorio/ Soldado conscripto.
Cortado: Andar cortado, andar sin dinero.
Curda: Embriaguez/ persona ebria.
Chamuyo: Conversación y derivados.
Chorro: Ladrón.
Churro: Persona bella.
Engrupir: Engañar.
Fajar: Castigar, vencer en una riña.
Farra: Diversión.
Fiaca: Cansancio o desgano.
Guita: Dinero.
Grupo: Mentira o engaño.
Hincha: Fanático.
Lastrar: Comer.
Mangar: Pedir.
Mango: Peso moneda nacional.
Matufia: Enredo/ Negocio turbio.
Morfar: Comer.
Otario: Tonto.
Patotero: Bandolero/ Provocador.
Raje: Huída.
Seco: Sin dinero.
Urso: Corpulento.
Yeta: Mala suerte.

miércoles, 5 de enero de 2011

Origen de la Mentalidad Argentina 1860-1930 (IV)


El Gaucho: Hijo de la Barbarie

Para completar este cuadro descriptivo de las mentalidades que fueron forjadas durante el período tratado, y sucintamente, aproximar la pintura a un cuadro general sostenido por el conjunto del país, he dejado adrede para el final al personaje que considero como el más auténtico, puro y espontáneo, al hijo de la tierra, al soldado del desierto, a la pampa hecha hombre, al primer producto verdadero de la República: El gaucho. Con el período rosista se acaba su versión libre, su idiosincrasia transparente, natural y, por qué no, hasta salvaje.
Otros tiempos arribaban a la llanura.
Entre Caseros y la Conquista al Desierto va desapareciendo su forma de vida autóctona. En ese brevísimo tiempo de tres décadas sucumbe, ya no el gaucho, sino la raza entera. Lo que le devuelve el período oligárquico es una imagen deformada de lo que fuera. Gradualmente, la nueva realidad social y económica, y las nuevas directrices de un Estado civilizador, le transforma en un modesto peón de estancia.
Sarmiento no se guarda nada cuando, siendo gobernador de su provincia (San Juan), acicatea al presidente Mitre para terminar de una buena vez y por todas con los movimientos caudillescos del interior y sus montoneras; su pluma y su palabra hablaron con elocuencia: “No economice sangre gaucha, esos bárbaros es lo único que tienen de humanos”. Sin embargo, aunque resulta paradójico, en su obra “Facundo: Civilización o Barbarie” traza un interesante cuadro descriptivo, atildado y con sobrada mesura, en el cual describe sucesivamente al rastreador, al baqueano, al gaucho malo y al cantor. Como dije, una sugestiva caracterización que invito a leer en la obra citada; su análisis queda pendiente por razones de extensión.
Las transformaciones profundas de la época no lo tuvieron en cuenta. Era la expresión de un mundo bárbaro que había que extinguir.
Pronto, con la llegada del alambrado, fue expulsado al desierto. Entrar en territorio civilizado le significaba mostrar papeleta de figurar como trabajador rural de algún terrateniente. Se le perseguía por vago cuando era independiente y le bastaba para sobrevivir a su gusto y manera, de cara al desierto, sobre la llanura, como un jinete solitario despreocupado por el tiempo y las riquezas que ambicionaban los nuevos habitantes de la patria venidos desde el otro mundo.                        
Pronto fue buscado por pendenciero, con justa o sin ninguna causa, para ser destinado a los fortines de las fronteras con el indio.
Pronto se reconoció con el nombre de nadie. Huía de las ciudades perseguido por salvaje; huía de las tolderías perseguido por blanco.
Su condición mestiza había forjado un auténtico noble de la tierra, un caballero medieval traído a las pampas desérticas del sur. Un hombre silencioso, de pocas palabras, de coraje incomparable, de orgullo digno, valiente, intrépido; sobre su corcel, la extensión del mismo. Nadie como él gozaba de tanta destreza para las tareas más duras y ásperas del campo.
Un cronista anónimo escribía en 1877 en el periódico “El Correo de los Niños”: “Para conocer el gaucho es preciso tomarlo desprevenido al lado del fogón, en una carreta, en la cancha, corriendo en el rodeo, boleando en la pampa, bailando en un rancho, cantando en una ramada, pialando en una yerra, domando en un corral, durmiendo en el palenque, arreando en un camino, bromeando en una trastienda, rumbiando de noche, campiando de día, recogiendo, pastoreando, rondando, y entregado libre, espontáneamente a sus faenas, costumbres y vicios”. Magistral caracterización que enmudece a cualquiera, y cuyas palabras reproducen bellas imágenes continuadas de una película que para desgracia del protagonista termina muy mal.
No podemos obviar la cita obligada del “Martín Fierro”; un gran testimonio histórico de la época, una obra cabal tan auténtica, que muchos han creído que José Hernández había representado a un gaucho que él conocía de la campiña bonaerense. Y efectivamente, real y verdadero era el modelo que había creado en su extraordinario poema narrativo, tan verosímil que representaba absolutamente a todos los gauchos.
Hernández había escrito su primera parte en 1872 y fue tan grande el éxito alcanzado, que tuvo que realizar una segunda parte y definitiva siete años después.
Su aceptación, casi incondicional, habría que buscarla a mi juicio en dos puntos: Primero la relación directa entre un personaje épico de la sociedad y la conformación de una cultura propia que se estaba haciendo y, en segundo término, el hecho indiscutible que constituía un poema de protesta social en el que se reconocía no sólo el gaucho, sino además buena parte de la masa pueblerina.
Es significativo que desde almacenes y pulperías los pedidos de productos de consumo que se hacían a los centros urbanos incluyeran “5 bolsas de azúcar, 3 de yerba mate, tabaco, cerillas y un Martín Fierro”. Tengamos en cuenta que, aún, hacia la década del 70 el analfabetismo era masivo en las zonas rurales, lo que sugiere la idea de típicos encuentros sociales en la pulpería, en un fogón o en su lugar de descanso, donde un letrado recitaba para todos, encuentros que solían acompañarse con las interminables payadas en las que el rasgueo de la guitarra y su capacidad de improvisación conjugaban su talento natural.
El gaucho fue el juglar de la transmisión oral.

Origen de la Mentalidad Argentina 1860-1930 (III)

Los Gringos del Viejo Mundo


De acuerdo a lo que nos dice Gastón Gori desde su archivo particular (en el cual habla de la supremacía italiana del sur y la compara con la influyente inmigración industrializada que ingresa a los Estados Unidos), los inmigrantes contratados sabían, antes de partir, que en estas nuevas tierras vivirían en la habitación de un rancho, pero no puntualiza cuantos inmigrantes contratados prefirieron retornar a sus orígenes antes de vivir en esas condiciones. Conviene, entonces, recordar que no todos los inmigrantes que llegaban a estas tierras permanecían como residentes. Hasta 1900 la emigración oscilaba en un tercio de la inmigración; entre 1914 y 1918 fue mayor el número de emigrantes que el de inmigrantes, pues muchos retornaron para combatir en la Primera Guerra Mundial. De el cambio de siglo en adelante hubo un notorio aumento de inmigrantes “golondrinas” (posteriores a 1895, época en que, como apunta Ferrer, la agricultura adoptó un rol decisivo en nuestra economía).
Del conjunto podemos realizar una especie de tipificación según las características de su trabajo rural:

a) Pobladores: Se incluye aquí a  aquellos inmigrantes que, poseedores de bienes más o menos considerables, llegaron al país con el propósito de aprovechar las inmejorables condiciones agropecuarias de nuestros campos, aventurándose en el desierto alentados por la esperanza de lograr pingües beneficios. Los pobladores llegan a nuestro territorio sin destino fijo, pero seguros de que en alguna parte hallarían un lugar apropiado, aunque para hallarlo tuvieran que llegar al límite de la civilización en busca de fortuna.
 b) Colonos: Ingresan por planificación previa. A partir de la ley de Inmigración de Avellaneda (1875) puede hablarse de un plan más o menos coherente, concreto y posible de colonización. Había distintas formas de contratos: La colonización directa era hecha por el Estado en territorios nacionales y otros cedidos por las provincias. La colonización indirecta estaba a cargo de empresas particulares en tierras ya mensuradas y divididas. Otra colonización por iniciativa individual y una última organizada directamente desde cada provincia. Fue el origen de las afamadas colonias de inmigrantes. En el sur patagónico el primer establecimiento de colonias se remonta a 1865, con un centenar y medio de galeses (Puerto Madryn,  Rawson y Gaiman.
c) Braceros: Como dato ilustrativo del final del período que estoy abordando, durante la gestión de Alvear (1922-1928), se registró la más alta cifra en movimiento inmigratorio, ingresaron al país 2.012.728 personas, de los que se quedaron 638.651. El resto fueron braceros golondrinas que levantaron las cosechas y se volvieron a sus tierras para regresar (o no) al año siguiente.
d) Artífices, jornaleros y profesionales: El 30 de agosto de 1857 se inauguró el primer tramo de vía férrea. Y con el ferrocarril comenzó un movimiento inusitado. Era preciso no sólo tender vías, sino, además, levantar puentes, trazar itinerarios, nivelar, abrir caminos de acceso, Todo ello requería personal especializado, y hubo que importarlo. Artífices, jornaleros y profesionales llegaron aquí para realizar tareas específicas, desde agrimensores y arquitectos hasta chapistas y albañiles pasando por variadas funciones imprescindibles para la obra.

En el ámbito ciudadano, la inmigración tomó otras características producto de roles diferentes a la actividad agraria, y conforme a las nuevas ideologías que ingresaban junto a sus protagonistas cuando se aproximaba un nuevo siglo, gestador de transformaciones profundas en el plano de las ideas políticas. Socialistas y anarquistas irrumpieron en la escena urbana lo que preocupó hondamente a la clase dirigente habituada al status quo y a  muchedumbre cabizbaja ante un poder que nadie discutía.
El éxito socialista en las elecciones de 1904 causó temblor en quienes se sentían con derecho único de la cosa pública. El presidente Quintana no demoró su discurso: “El programa del partido socialista argentino puede ser aceptado en todo aquello que no afecte a la Constitución, siempre que reconozca la preeminencia del Estado y mientras se detenga ante la propiedad, la familia y la herencia, que son instituciones fundamentales y permanentes de la sociedad moderna”.
Si bien los anarquistas se fueron desmoronando a pesar de su capacidad organizativa, un primer momento de organización de masas comenzaba a avizorarse sobre el horizonte infinito de la República Argentina y serían causas de los primeros grandes movimientos que obligó a la represión gubernamental durante el primer gobierno irigoyenista: La Semana Trágica en 1919 y la sangrienta movilización de los obreros rurales del sur al año siguiente (hecho inmortalizado en un libro de Bayer y su posterior proyección cinematográfica en “La Patagonia Rebelde”).
Criticados por los criollos de pura cepa, venidos de una Europa que poco o nada les ofrecía, sumados al riesgo de lo desconocido lejos de su tierra con la esperanza de forjar un futuro más digno, envueltos algunos en un afán desproporcionado por el enriquecimiento, bien o mal, todos contribuyeron a delinear una nueva e incipiente cultura producto de un nuevo choque entre la América indómita y la Europa inmigrante.



Origen de la Mentalidad Argentina 1860-1930 (II)

              
El Hijo de Buenos Aires

El crítico y ensayista Martínez Estrada decía que “el interior ha mirado siempre a la metrópoli como la Metrópoli; sus planes nacionalistas y los del resto, han sido antagónicos y hasta disyuntivos. Es desde entonces, pues, que Buenos Aires ha sido el centro, alrededor de la cual ha girado la vida argentina, la organización nacional, la cultura y su riqueza”. Alberdi, al respecto, agregaba: “No son dos partidos, son dos países; no son unitarios y federales, son Buenos Aires y las provincias…el que creía y confiaba en su ciudad, como buen porteño, negaba automáticamente el interior, la República”.
El hombre de Buenos Aires era estadista por derecho propio, y quien quisiera manejar la cosa pública tendría que comportarse como porteño; el provinciano de alma era un pobre diablo. La nueva Nación imperante sólo reconocía el modelo portuario; el interior sólo producía “cabecitas negras”, los famosos “descamisados” que descenderán hacia los años 40 hasta la azorada y tumultuosa Reina del Plata.
La ciudad puerto se mostraba al mundo con orgullo y escondía los resabios de la barbarie.
El porteño se fue haciendo y consolidando en ese contexto, y fue adquiriendo de su propio mundo los rasgos que definieron su carácter, su temperamento y su contradictorio ser.
Nació y creció sintiendo que Buenos aires era la Argentina. En la calle, en el café, en los diarios y en la escuela misma aprendía que aquí había estado siempre el país. Este aprendizaje espontáneo, a veces, y voluntariamente incorporado, en otras, debía actuar pacientemente en el tiempo para configurar su estilo, su estirpe, su razón de ser.
Me animaría a describirlo del siguiente modo (considerando que me eduqué en su propio ámbito escolarizado y callejero): El porteño se fue delineando en un espacio cosmopolita que de algún modo influyo en la conformación de su mentalidad; pronto la realidad de nuevas competencias tocó su orgullo y erizó su piel. Debía hacer sentir ante provincianos, inmigrantes y, por encima de todo, ante sus iguales, su autoridad y capacidades no siempre del todo naturales. Fue perfilando así, su petulancia, su don sagrado de poder con todo hasta lo inaccesible, su “fanfarronería” tan célebremente censurada hasta con cierta simpatía. Usa la inteligencia, su capacidad de improvisación, y su razón con mesura. Cuando agotada su verdad, se siente en peligro, su prepotencia puede llegar a ser infinitamente peligrosa; la arbitrariedad para él es una circunstancia necesaria que el más fuerte debe imponer. Sin embargo, desde su propia contradicción, es capaz de movilizar los sentimientos más fuertes por una verdadera amistad; su simpatía, su aplomo, su elegancia atrapa al visitante (y a ellas) que lejos de rechazarlo lo acepta con agrado y satisfacción. El mundo le significa un estímulo para su audacia, para su condición intrépida, para desafiarse a sí mismo y para desafiar a todos simultáneamente.
Es agradable descubrirlo y necesario tomar distancia de su presencia. Él lo arrolla todo con su insoportable paciencia, con su don de palabra, con su manera sobrada de actuar, con su representación constante.
Gardel era, en algunos de estos aspectos subrayados, la encarnación, el paradigma porteño.
Estas maneras se fueron prefigurando desde finales del siglo XIX, para alcanzar madurez en los dorados años 20, cuando Buenos Aires emulaba a París y se jactaba de su parecido y confundía a los extranjeros: Florencio Escardó en 1962 describía con fina sensatez las confusiones de la época: “El turista que dispone de un mes para visitar Buenos Aires conoce inevitablemente lo mismo: La calle Florida, el hipódromo, La Avenida Costanera, la Boca, muy de pasada la avenida Alvear, un par de cines monstruosos y los apéndices de la ciudad: El Tigre, Luján, San Isidro. Se lleva naturalmente una visión falsa de la ciudad, y afirma con la autoridad del que ha estado, inexactitudes enormes con respecto a nuestra vida”.
Y no se equivocaba con semejante juicio; lo tradicional era confundir una parte de Buenos Aires por toda la ciudad y, lo que es peor, confundirla por toda la Argentina.
Y una referencia final relacionada con los suburbios de la ciudad; hacia el lado sur de Rivadavia (Borges siempre decía que el sur comenzaba allí), otros referentes también  coadyuvaron a conformar la imagen verdadera del porteño. Orilleros y compadritos evocaban el facón gaucho, el puñal o la navaja contribuían a resolver el pleito. Las nuevas ordenanzas municipales fueron imponiendo métodos de convivencia más razonables bajo los faroles de un café de San Telmo, el lunfardo y el tango.

Fotografía de Horacio Coppola (Serie "Buenos Aires", calle Corrientes 1936)
Imágenes de Buenos Aires con música de Astor Piazzola https://www.youtube.com/watch?v=lKJsJTJUwE0&feature=player_embedded

Origen de la Mentalidad Argentina 1860-1930 (I)

 La Generación del 80       

En sociología Sorokin describe a la clase social  como un  “grupo específico multivinculado, diferente de la familia, tribu, casta, orden o nación y que en los tiempos modernos ha ejercido una influencia poderosa".  Pues a estas apreciaciones habría que agregar particularidades propias de aquellos que integraron la elite criolla y que pueden explicar el por qué de sus conductas.
En el período tratado pronto se reconocieron, dada su condición económica desahogada, como terratenientes, cultos y europeístas. Consideraban que estaban llamados a ser los verdaderos artífices de la nueva Argentina y que sólo a ellos les pertenecía la dirección del Estado.
Si bien su construcción mental se fue delineando con el tiempo, madura hacia finales del siglo XIX.
Este grupo se consideraba protector, guía y ejemplo cívico de los demás compatriotas, a los que siempre mirará desde arriba en forma risueña y condescendiente.
La administración pública los convierte en políticos que se hacen en Europa. Se rodean siempre con linajes como los suyos. Se sienten distinguidos y adecuan su postura a una falsa pose.
El notable pensador hispánico Ortega y Gasset  los representó en cuerpo y alma: “Encontré un Estado rígido, ceñudo, con grave empaque, separado por completo de la espontaneidad social, vuelto frente a ella, con rebosante autoridad sobre individuos y grupos particulares”,  y agrega “Viven desde sus ilusiones como si ellas fuesen ya la realidad”, es decir un futurismo imaginario desde el cual se sentían muy seguros y hasta invencibles, al punto de forzar al presidente Celman a exclamar que su gobierno había inventado una nueva ciencia política digna de ser imitada en el mundo.
Fe en el progreso y asimilación de lo europeo. Ambas cosas se funden en una sola. Europa nos hizo a su moldura y comodidad, y la oligarquía paternalista facilitó absolutamente su tarea.
El último atisbo de esta generación fue precisamente el último presidente antes de que entrara en vigencia el voto popular y secreto: Victorino de la Plaza, quien después de 20 años de residencia en Londres arrastraba un acento (y una cultura) más anglófilo que la de un auténtico caballero inglés.