Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



viernes, 29 de julio de 2011

El Monje Negro del Apocalipsis (Capítulo XVIII)


Gala Placidia: - "Mira, Nazareno, tú eres un sabio, un anacoreta, un samana del bosque que está más allá de lo palpable y tangible. Mientras todos acuden al templo para orar y pedir para sí mismo, tú acudes para pedir por ellos. Tú das y no exiges nada pues esa es tu voluntad. Yo, en cambio, exijo porque mi voluntad es diferente. La vida es bella cuando el hombre realiza el destino elegido, cualquiera sea.  Has prefigurado en tus sueños el que será tuyo, como yo he elegido mi propio estigma. El tuyo es puro, el mío es perverso; pero el objetivo es el mismo: El logro de nuestros fines. ¿Crees, acaso, que hay un sólo camino? Muchos apelan a cualquier recurso por conseguir lo que pretenden. Si debo acabar con uno de los míos me dará pena, pero si su muerte es necesaria no lo lamentaré. Lo cierto es que en una breve vida como la nuestra no hay tiempo para distracciones y debes instrumentar los medios más seguros y prácticos que estén al alcance tuyo. Así se llega al poder, difícilmente pueda acceder ejecutando tu prédica. Hubo un Cristo que lo intentó, pero bien sabes que sucedió luego...."

Nazareno: - "Lo sé, mi señora, y esa seguirá siendo mi lucha. Pero mi única arma es la acción en estado puro y la palabra de todo aquello que pueda demostrar, mientras las masas exigen la fe  y la vida eterna. Hoy no hay competencia posible contra un mensaje de esta naturaleza. Deberán pasar miles de generaciones para que el hombre descubra su error. Yo voy con mi propia doctrina, pero esta fe mía  no promete nada. Las ovejas necesitan una autoridad que las conduzca, un poder que será llamado de distintas maneras  y  que manipulará su destino. Aún peor: Te harán creer que eres tú el que eliges, mientras te conducen al cadalso. Esa es la muerte que nos espera. Una muerte idiota... pero mi camino jamás podría ser el tuyo.              Y te lo he dicho sin herirte, cuidando las palabras elegidas para no ser insolente frente a la dama que hiere con las palabras y mata con el cuerpo..."

El Monje Negro del Apocalispsis, "El cuerpo de Placidia", Capítulo XVIII

miércoles, 27 de julio de 2011

"El Monje Negro del Apocalipsis" (Capítulo XVII)

El Monje comprendió que todo estaba hecho para que los hombres vivieran subordinados a sus propias necesidades y fueran incapaces de resolver sus propios conflictos. Había que ordenar al rebaño para que no se saliera del aprisco señalado con alambres de púa. Y las ovejas descarriadas por naturaleza, pronto, verían en los elegidos, la voluntad divina encarnada en los hombres hechos para gobernar y dirigir a los fieles, sin ojos, sin oídos, sin bocas más que para adorarlos.
Cuando el hombre no quiere ver es inútil que se lo instruya, pero cuando abre los ojos descubre que la realidad es más profunda, intuye que hay algo que está por debajo de la superficie, algo raro que debe descubrir.
Así, brotó el interrogante más elemental de todos: ¿Y si acaso, todo debía ser como era porque la raza humana era una raza de idiotas?
Tal vez, pensó, su pensamiento se estaba emparentando con el pensamiento crítico y estoico de los filósofos que todo lo cuestionan; cuando, en realidad, él era, solamente, un hombre sencillo que no buscaba conflictos con nadie, motivado, tan sólo, por la búsqueda de una verdad superior.
Cuando descendió de las colinas de la tarde, el crepúsculo había cubierto el cielo de rosa. Reinaba el silencio. Su corazón vivo se llenó de aroma silvestre y de tenue llovizna.

Y el espíritu se hacía fuerte.          

El Monje Negro del Apocalipsis, "El Predicador", Capítulo XVII

Roberto Arlt (1900-1942)


Los siete locos (1929) El discurso del astrólogo

[...El Astrólogo] Dijo:
    ­ Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso...
    ­ ¿Qué es lo que dice?...
    ­ Será la poda del árbol humano... una vendimia que sólo ellos, los millonarios, con la ciencia a su servicio, podrán realizar. Los dioses, asqueados de la realidad, perdida toda ilusión en la ciencia como factor de felicidad, rodeados de esclavos tigres, provocarán cataclismos espantosos, distribuirán las pestes fulminantes... Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar el mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto, será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad.
    Barsut se había puesto en pie. Con el entrecejo fiero, y las manos metidas en los bolsillos del pantalón, se encogió de hombros, preguntando:
    ­ Pero, ¿es posible que usted crea en la realidad de esos disparates?
    ­ No, no son disparates, porque yo los cometería aunque fuera para divertirme.
    Y continuó:
    ­ Desdichados hay que creerán en ellos... y eso es suficiente... Pero he aquí mi idea: esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaria absoluta de la ciencia y del poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relacion con un mundo divino, en el cual hoy no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho.

  [...]
    ­ ¿Y la idea?
    ­ Aquí llegamos... Mi idea es organizar una sociedad secreta, que no tan sólo propague mis ideas, si no que sea una escuela de futuros reyes de hombres. Ya sé que usted me dirá que han existido numerosas sociedades secretas... y eso es cierto... todas desaparecieron porque carecían de bases sólidas, es decir, que se apoyaban en un sentimiento o en una irrealidad política o religiosa, con exclusión de toda realidad inmediata. En cambio, nuestra sociedad se basará en un principio más sólido y moderno: el industrialismo, es decir, que la logia tendrá un elemento de fantasía, si así se quiere llamar a todo lo que le he dicho, y otro elemento positivo: la industria, que dará como consecuencia el oro.
    El tono de su voz se hizo más bronco. Una ráfaga de ferocidad ponía cierta desviación de astigmatismo en su mirada. Movió la greñuda cabeza a diestra y siniestra, como si le punzara el cerebro la agudeza de una emoción extraordinaria, apoyó las manos en los riñones y renaudando el ir y venir, repitió:
    ­ ¡Ah! el oro... el oro... ¿Sabe cómo lo llamaban los antiguos germanos al oro? El oro rojo... El oro... ¿Se da cuenta usted? No abra la boca, Satanás. Dése cuenta, jamás, jamás ninguna sociedad secreta trató de efectuar semejante amalgama. El dinero será la soldadura y el lastre que concederá a las idea el peso y la violencia necesarios para arrastrar a los hombres. Nos dirigiremos en especial a las juventudes, porque son más estúpidas y entusiastas. Les prometeremos el imperio del mundo y del amor... Les prometeremos todo... ¿me comprende usted?... Y les daremos uniformes vistosos, túnicas esplendentes... capacetes con plumajes de variados colores... pedrerías... grados de iniciación con nombres hermosos y jerarquías... Y allá en la montaña levantaremos el templo de cartón... Eso será para imprimir una cinta... No, cuando hayamos triunfado levantaremos el templo de las siete puertas de oro... Tendrá columnas de mármol rosado y los caminos para llegar a él estarán enarenados con granos de cobre. En torno construiremos jardines... y allá irá la humanidad a adorar el dios vivo que hemos inventado.
    ­ Pero el dinero para hacer todo eso... los millones...
    A medida que el Astrólogo hablaba, el entusiasmo de éste se contagiaba a Erdosain. Se había olvidado de Barsut, aunque éste se encontraba frente a él. Sin poderlo evitar, evocaba una tierra de posible renovación. La humanidad viviría en perpetua fiesta de simplicidad, ramilletes de estroncio tachonarían la noche de cascadas de estrellas rojas, un ángel de alas verdosas soslayaría la cresta de una nube, y bajo las botánicas arcadas de los bosques se deslizarían hombres y mujeres, envueltos en túnicas blancas, y limpio el corazón de la inmundicia que a él lo apestaba. Cerró los ojos, y el semblante de Elsa se deslizó por su memoria, mas no despertó ningún eco, porque la voz del Astrólogo llenaba la cochera con esta réplica salvaje:
    ­ ¿Así que le interesa de dónde sacaremos los millones? Es fácil. Organizaremos prostíbulos. El Rufián Melancólico será el Gran Patriarca Prostibulario... todos los miembros de la logia tendrán interés en las empresas... Explotaremos la usura... la mujer, el niño, el obrero, los campos y los locos. En la montaña... será en el Campo Chileno... colocaremos lavaderos de oro, la extracción de metales se efectuará por electricidad. Erdosain ya calculó una turbina de 500 caballos. Prepararemos el ácido nítrico reduciendo el nitrógeno de la atmósfera con el procedimiento del arco voltaico en torbellino y tendremos hierro, cobre y aluminio mediante las fuerzas hidroeléctricas. ¿Se da cuenta? Llevaremos engañados a los obreros, y a los que no quieran trabajar en las minas los mataremos a latigazos. ¿No sucede esto hoy en el Gran Chaco, en los yerbales y en las explotaciones de caucho, café y estaño? Cercaremos nuestras posesiones de cables electrizados y compraremos con una pera de agua a todos los polizontes y comisarios del Sur. El caso es empezar. Ya ha llegado el Buscador de Oro. Encontró placeres en el campo chileno, vagando con una prostituta llamada la Máscara. Hay que empezar. Para la comedia del dios elegiremos un adolescente... Mejor será criar un niño de excepcional belleza, y se le educará para hacer el papel de dios. Hablaremos... se hablará de él por todas partes, pero con misterio, y la imaginación de la gente multiplicará su prestigio. ¿Se imagina usted lo que dirán los papanatas de Buenos Aires cuando se propague la murmuración de que allá en las montañas del Chubut, en un templo inaccsesible de oro y de mármol, habita un dios adolescente... un fantástico efebo que hace milagros?
    ­ ¡Sabe que sus disparates son interesantes!
    ­ ¿Disparates? ¿No se creyó en la existencia del plesiosaurio que descubrió un inglés borracho, el único habitante del Neuquén a quien la policía no deja usar revólver por su espantosa puntería?... ¿No creyó la gente de Buenos Aires en los poderes sobrenaturales de un charlatán brasileño que se comprometía curar milagrosamente la parálisis de Orfilia Rico? Aquél sí que era un espectáculo grotesco y sin pizca de imaginación. E innumerables badulaques lloraban a moco tendido cuando el embrollón enarboló el brazo de la enferma, que todavía está tullido, lo cual prueba que los hombres de ésta y de todas las generaciones tienen absoluta necesidad de creer en algo. Con la ayuda de algún periódico, créame, haremos milagros. Hay varios diarios que rabian por venderse o explotar un asunto sensacional. Y nosotros les daremos a todos los sedientos de maravillas un dios magnífico, adornado de relatos que podemos copiar de la Biblia... Una idea se me ocurre: anunciaremos que el mocito es el Mesías pronosticado por los judíos... Hay que pensarlo... Sacaremos fotografías del dios de la selva... Podemos imprimir una cinta cinematográfica con el templo de cartón en el fondo del bosque, el dios conversando con el espíritu de la Tierra.
    ­ Pero usted, ¿es un cínico o un loco?
    Erdosain lo miró malhumorado a Barsut. ¿Era posible que fuera tan imbécil e insensible a la belleza que adornaba los proyectos del Astrólogo? Y pensó: "Esta mala bestia le envidia su magnífica locura al otro. Ésa es la verdad. No quedará otro remedio que matarlo."
    ­ Las dos cosas, y elegiremos un término medio entre Krishnamurti y Rodolfo Valentino, pero más místico; una criatura que tenga un rostro extraño simbolizando el sufrimiento del mundo. ¿Se imagina usted la impresión que causará al populacho el espectáculo del dios pálido resucitando a un muerto, el de los lavaderos de oro con un arcángel como Gabriel custodiando las barcas de metal y prostitutas deliciosamente ataviadas dispuestas a ser las esposas del primer desdichado que llegue? Van a sobrar solicitudes para ir a explotar la ciudad del Rey del Mundo y a gozar de los placeres del amor libre... De entre esa ralea elegiremos los más incultos... y allá abajo les doblaremos bien el espinazo a palos, haciéndolos trabajar veinte horas en los lavaderos.


Grabado: "En los talleres" Guillermo Facio Hebequer (uruguayo)

Macedonio Fernández (1874 - 1952)


"Cirugía psíquica de extirpación mental"

Se ve a un hombre haciendo su vida cotidiana de la mañana en un recinto cerrado. Es el herrero Cósimo Schmitz, aquél a quien, en célebre sesión quirúrgica ante inmenso público, le fue extirpado el sentido de futuridad, dejándosele prudencialmente, es cierto (como se hace ahora en la extirpación de las amígdalas, luego de reiteradamente observada la nocividad de la extirpación total), un resto de perceptividad del futuro para una anticipación de ocho minutos. Ocho minutos marcan el alcance máximo de previsibilidad, de su miedo o esperanza de los acontecimientos. Ocho minutos antes de que se desencadene el ciclón percibe el significado de los fenómenos de la atmósfera que lo anuncian, pues aunque posea la percepción externa e interna, carece del sentido del futuro, es decir de la correlación de los hechos: siente, pero no prevé.
Y contémplasele, con agrado, levantarse, lavarse, preparar el mate; luego se distrae con un diario, más tarde se sirve el desayuno, arregla una cortina, endereza una llave, escucha un momento la radio, lee unos apuntes en una libreta, altera ciertas disposiciones dentro de su habitación, escribe algo, alimenta a un pájaro, quédase un momento aparentemente adormilado en un sillón; luego arregla su cama y la tiende; llega el mediodía, ha terminado su mañana.
Sacuden fuertemente su puerta y la abren con ruido de fuertes llaves, y aparécensele tres carceleros o guardias y que se apoderan violentamente de él, pero sin resistencia. (Comprenderéis que la mañana cotidiana que estaba pasando transcurre en un calabozo.) Se queda muy asombrado y sigue donde ellos lo llevan; pero al punto de entrar en un gran salón se presenta en su espíritu la representación detallada de una sala con jueces, un sacerdote, un médico y parientes, y a un costado la gran máquina de electrocución. En ese lapso de los ocho minutos de futuro previsible, recuerda y prevé que se le había notificado la sentencia de muerte el día antes y que aquella máquina lo esperaba para ajusticiarlo.
Recuerda también que un tiempo antes, cierta tarde recurrió a un famoso profesor de psicología para que le extirpara el recuerdo de ciertos actos y más que todo el pensamiento de las consecuencias previsibles de esos actos, había asesinado a su familia y quería olvidar el posible castigo. ¿Qué ganaría con huir, si el temor lo turbaba incesantemente? Y el famoso especialista no había logrado producir el olvido, pero sí reducir el futuro a un casi presente. Y Cósimo andaba por el mundo sin sentido de la esperanza, pero también sin sentido del temor.
El futuro no vive, no existe para Cósimo Schmitz, el herrero, no le da alegría ni temor. El pasado, ausente el futuro, también palidece, porque la memoria apenas sirve; pero qué intenso, total, eterno el presente, no distraído en visiones ni imágenes de lo que ha de venir, ni en el pensamiento de que en seguida todo habrá pasado.
Vivacidad, colorido, fuerza, delicia, exaltación de cada segundo de un presente en que está excluida toda mezcla así de recuerdos como de previsión; presente deslumbrador cuyos minutos valen por horas. En verdad no hay humano, salvo en los primeros meses de la infancia, que tenga noción remota de lo que es un presente sin memoria ni previsión; ni el amor ni la pasión, ni el viaje, ni la maravilla asumen la intensidad del tropel sensual de la infinita simultaneidad de estados del privilegiado del presente, prototípico, sin recuerdos ni presentimientos, sin sus inhibiciones o exhortaciones. Esta compensación es lo que alegaba, en explicaciones que nos dio, el famoso profesor, para superar a las desventajas que resultaban de su operación. Es así que Cósimo vivía en el embelesamiento constante, total y continuo, y se compadecía del apagado vivir y gustar lo actual de las gentes.
Conmueve verlo en el embebecimiento de cada matiz del día o la luna, en el deslumbre de cada instante del deseo, de la contemplación. Es el adorador, el amante del mundo. Tan todo es su instante que nada se altera, todo es eterno, y la cosa más incolora es infinita en sugestión y profundidad.
Todo tenso y a la vez transparente, porque mira cada árbol y cada sombra con todas las luces de su alma, sin cuidados, sin distracción. La palabra se retrasa, rige la inefabilidad de lo que se agolpa y renueva irretenible.
A mí, que lo cuento, me enternece contemplar el dulce y menudo vivir la mañana del pobre Cósimo Schmitz, un automatista de la dicha sorbo a sorbo, un cenestésico. Siento que las cosas hayan sucedido así; como psicólogo psicológico, no psicofisiológico, concibo perfectamente obtener el mismo resultado, sea de desmemoria, sea de desprevisión, sin necesidad de la aparatosa, biológicamente cara, extirpación quirúrgica, que, como toda intervención química, clínica, dietética o climática en los gustos y espontaneidades con que nacemos, es una universal ruinosa ilusión. Para no prever, basta desmemoriarse, y para desmemoriarse del todo, basta suspender todo pensamiento sobre lo pasado.
Así, pues, querido lector, si este cuento no te gusta, ya sabes cómo olvidarlo. ¿Quizá no lo sabías y sin saberlo no hubieras podido olvidarlo nunca?
Ya ves que éste es un cuento con mucho lector, pero también con mucho autor, pues que os facilita olvidar sus invenciones.

Extinguida pues su disponibilidad conciencial de previsión para ocho minutos, percibe la actualidad de que están atándolo a la máquina, pero no prevé el minuto siguiente en que será fulminado. El ritmo conciencial de las actitudes de previdencia es turnante o cíclico, no es continuo (aparte de que, por el abandono deliberado del ejercicio de prever, cada vez vive más en presente total, cada vez existe menos el instante que viene), y fuera de que tampoco es continuo en una conciencia que no ha sufrido la técnica de ablación conciencial hoy ya tan en uso y con tanto éxito del doctor Desfuturante. (Seudónimo del bien conocido médico Extirpio Temporalis; en que también se oculta, pues su verdadero nombre es Excisio Aporvenius, que tampoco es definitivo porque el verdaderamente verdadero de sus nombres es el de Pedro Gutiérrez. Denuncio, por lo demás, y a pesar de lo encantador de la acción de este cirujano, que se apropia de todos los porvenires que extirpa, con lo que ocurrirá que ningún contemporáneo tendrá el gusto de asistir a sus funerales.)
Informo de paso —dato útil para el lector— que el doctor Desfuturante tiene esperanza de perfeccionar la operatividad psicoextirpativa del gran capítulo de la nueva Cirugía Conciencial, extendiéndola a la extirpación de pasado. Cuando esto se cumpla y lo aprovechen todos los que quisieren no haber vivido jamás ciertos hechos, quizás un buen cuento —ojalá éste lo fuera, ojalá lo eligiérais— sería suficiente recreo para olvidarlo todo a lo largo de la vida. El lector desfuturado y también desanteriorizado viviría así a cada momento en el volver a leer mi cuento, me sería deudor del privilegio dignificante de ser persona de vivir de un solo cuento.
Dejo la pluma al lector para que escriba para sí lo que yo no sabré describir: la locura, el espanto, el desmayo, el estrujarse por el desasimiento mientras es arrastrado, el horror de ser sentado en aquella silla y maniatado; y en ese rostro, en su semblante, la aparición de una aurora de felicidad, de paz, por haberse agotado los ocho minutos de percepción de futuridad: dos minutos antes de expirar ajusticiado cesa su representación. (Como el terror vive de lo que va a suceder, agotado el turno de ocho minutos de previsión, se queda sonriente, tranquilo, sentado en la silla eléctrica, y en ese estado es fulminado. Porque como acaso no lo hemos dicho y lo requiere urgentemente la composición inventiva de esta narrativa, la impulsión previdente de ocho minutos era seguida de una pausa de otros tantos minutos de absoluto reino del presente, es así que la víctima de la máquina de electrocución, y nuestra víctima también, pereció con la más plácida de las sonrisas.)
¿Será el lector el Poe que yo no alcanzo a ser en este trance espantador, seguido de beatitud? (¿Y es artístico describir con palabras y gesticulaciones en textos literarios?)
Está muerto ahora sin haber experimentado el tormento agónico, sin ninguna pena, sin ningún esfuerzo de evasión, como si fuera a comenzar una mañana cotidiana de su eternidad de presente.
Yace Cósmico Schmitz muerto, y quince días después el Tribunal hace la declaración rehabilitante siguiente:
“Un conjunto de fatalidades sutilísimas que ha obnubilado la mente de este tribunal lo ha incurso en un fatal error sumamente lacerante. El infeliz Cósimo Schmitz era un espíritu inquietísimo y afanoso de probar toda novedad mecánica, química, terapéutica, psicológica que se da en el mundo; y así fue que un día se hizo tratar, hace quince años, por el aventurero y un tiempo celebrado sabio Jonatan Demetrius, que, no obstante su cinismo, efectivamente había hecho un gran descubrimiento en histología y fisiología cerebral y lograba realmente, por una operación de su creación, cambiar el pasado de las personas que estuviesen desconformes con el propio.
“A su consultorio cayó el ávido de novedades Cósimo Schmitz, infeliz; protestó de su pasado vacío y rogó a Demetrius que le diera un pasado de filibustero de lo más audaz y siniestro, pues durante cuarenta años se había levantado todos los días a la misma hora en la misma casa, hecho todos los días lo mismo y acostándose todas las noches a igual hora, por lo que estaba enfermo de monotonía total del pasado.
“Desde allí salió operado con la conciencia añadida, intercalada a sus vaguedades de recuerdo, de haber sido el asesino de toda su familia, lo que lo divirtió mucho durante algunos años pero después se le tornó atormentador. Cumple al tribunal en este punto manifestar que la familia de Cósimo Schmitz existe, sana, íntegra, pero que huyó colectivamente atemorizada por ciertas señas de vesania en Schmitz, ocurriendo esto en una lejana llanura de Alaska; de allí provino a este tribunal la información de un asesinato múltiple que no existió jamás.
“Confiesa, pues, el tribunal, que si Cósimo Schmitz fue un total equivocado en sus aventuras quirúrgicas, más lo ha sido el tribunal en la investigación y sentencia del terrible e inexistente delito que él confesaba”.
Pobre Cósimo Schmitz, pobre el Tribunal de Alta Caledonia.
Vivir en recuerdo lo que no se vivió nunca en emoción ni en visión; tener un pasado que no fue un presente. Oh, aquel día, entre pavor y delicia con qué pulso apretó el arma. ¡Toda su familia! Hasta los cuarenta años, un pasado, ahora otro, la memoria de otro ser bajo las mismas formas del cuerpo. Quizá más tarde, tampoco este presente habrá sido nunca suyo. Tendrá, con un nuevo toque en su mente ya dócil, otra fragilidad de haber sido; un héroe, un químico; moverá los brazos de cuando exploraba el Sudán o Samoa.
Jonatan Demetrius, enamorado de toda felicidad, plástico de las dichas, de dar recuerdos amorosos a los que fueron presentes de lágrima, con suave ciencia y dulce ternura se ingeniaba en la adivinación de cada alma.
—¿Qué es lo que usted desea? —Y leíale a Cósimo las páginas más terribles del filibustero Drake, de Morgan, o del amante de la Récamier.
—Yo preferiría haber sido...
—Lo será.
Pobre Cósimo Schmitz; ¿no habrá una tercera cirugía, después de dos tan siniestras, que lo resucite? Ah, no —exclama la Terapéutica—, nuestro oficio es de infalibilidad, no nos incumbe disimular las fallas de los tribunales de justicia.
Como no se ha encontrado hasta ahora en las más pacientes investigaciones que hubiera algún remedio que con toda seguridad fuera más benéfico que destructor, es el caso de moralizar en este momento de este cuento acerca de la inevitable debilidad de las ingeniosidades humanas con el ejemplo de los deslumbradores procedimientos del gran científico doctor Desfuturante, en cuya aplicación, como se ve, la conveniencia de eximirnos de todo género de temores vagos remotos y agitantes esperanzas remotas, tiene el inconveniente de la turnación de pausa tras esos ocho minutos de previdencia, ante los cuales, suspensa toda previsibilidad, el paciente tratado no prevé ni siquiera que el tren que viene a diez metros de él por la vía en que camina lo matará en tres segundos.
Al lector le toca, ahora que yo he cumplido con todo, cumplir con su deber; de hacer como que cree.
Para más informaciones, puede consultarse sobre la cirugía conciencial mi cuento Suicida, en el que ya presenté la temeraria y profunda insinuación de los métodos de la Ablación Conciencial total, que, como habrá visto el lector, ha sido aprovechada en su técnica, limitando su aplicación a parciales ablaciones.
Murió en sonrisa; su mucho presente, su ningún futuro, su doble pasado no le quitaron en la hora desierta la alegría de haber vivido, Cósimo que fue y no fue, que fue más y menos que todos.

Entre Borges y Macedonio Fernández

Macedonio y Borges o la figura del padre
por Elisa T. Calabrese
¿Qué decir de la relación Borges y Macedonio? Es una cuestión bastante compleja como suelen serlo los vínculos parentales, aunque, como aquí, se trate de una paternidad simbólica. Para comenzar, podría decir que uno de los efectos más curiosos de la cronología personal y escrituraria de esta relación es que está signada por la inversión cronológica, ya que para muchos, el saber de Macedonio, de su escritura, está mediado por la previa lectura de Borges. Esto es explicable rápidamente: la escritura borgeana puede verse como una puesta en acto de las teorías macedonianas del belarte. Ahora bien, cabe preguntarse a quién o a quiénes reconoce o niega Borges como padres. El joven vanguardista, junto con su generación, comete el parricidio ritual respecto de Lugones, el poeta nacional, el que ocupaba el centro de la escena consagratoria en el momento en que los jóvenes del veinte deciden, como toda vanguardia, irrumpir con el gesto de la ruptura y la pretensión de iniciar el arte desde cero. Simultáneamente, Borges reconoce como maestro a Macedonio y escribe su Macedonio Fernández, donde inventa la ficción biográfica macedoniana. Desde una mirada de superficie, pareciera entonces, que hay demolición de Lugones, y consagración de Macedonio, pero ¿es realmente así? Si miramos más finamente, podríamos observar la ambivalencia de estas actitudes. Es así que, respecto de Lugones, una vez muerto, ya Borges es un escritor consagrado. Ya no hay necesidad de parricidio entonces: el otrora joven vanguardista es ahora el que ha generado su propia obra, su ficción biográfica de destino literario construyendo un canon donde confluyen el saqueo y la nivelación de otras culturas y tradiciones, a la vez que su lectura particular de nuestra propia cultura, especialmente en las reescrituras de la gauchesca, tanto como en los ensayos críticos que le dedica, con los que Borges demuele la interpretación nacionalista de fin de siglo. Contra Rojas, contra Lugones, Borges instaura su propia lectura del canon literario, a la vez que se autoconfigura como el Autor con mayúsculas, e instala en el archivo intertextual de la literatura el tomo de la enciclopedia borgeana, el tomo con la B de Borges, para lo cual resulta central la conformación de sí mismo y del Nombre propio en la misma escritura.

Una vez construida esta gigantesca operación, no sólo ya no hace falta demoler a Lugones, hasta se le puede dedicar un volumen de poemas post mortem, como en efecto hace Borges. Por otra parte, observemos lo que pasa con Macedonio. Recordemos la idea borgeana de que lo más importante de la escritura no está nunca explícito. Esto sin duda aparece muchas veces en los textos de Borges; en el enigma, la única palabra prohibida es la clave. Y es así que el nombre omitido podríamos decir, es el que constituye la clave de la escritura y es el de Macedonio Por eso, a primera vista pensamos: ¿qué mejor homenaje que un ensayo crítico-biográfico? Pero allí podemos leer una frase que cifra la lectura que esbozo aquí, y es ésta: ... «el talento de Macedonio era eminentemente verbal». Con tal enuciado, Borges parece decir que las más valiosas o genuinas capacidades intelectuales, estéticas, filosóficas y humorísticas de Macedonio no son accesibles por medio de su escritura. ¿Qué consecuencias se pueden apuntar? Varias y complejas; por una parte, que la ficción biográfica del texto borgeano, su invención, su Macedonio, ubican a éste en un lugar inaccesible. ¿Cómo podremos conocer, desde ese momento y pese a todo lo que Borges está escribiendo sobre él, al «verdadero» y talentoso Macedonio? Por otra parte, es un modo de apropiación, ya que, dada la amistad desplegada en esas conversaciones a las que nunca asistiremos, el único que tendrá para siempre ese privilegio, será Borges. También hay una verdad oblicua en este irónico y ambivalente elogio. Si bien el ensayo presenta esta imposibilidad de conocimiento, ese nunca acceder al talento macedoniano, con la falsa modestia característica de Borges —como si pese a sus esfuerzos, no pudiera hacernos llegar a su biografiado— es verdad que la invención del personaje Macedonio representa el desafío de una biografía imposible, porque no solamente su obra es una anti-obra (en el sentido de la no publicación, el deliberado borramiento), sino que el propio Macedonio inventa mucho antes que Borges, las biografías imposibles, empezando por la suya propia.

http://cvc.cervantes.es/actcult/borges/espaarge/05a2.htm

"Es suave y cauto para hablar. No prodiga sus palabras. Escucha en silencio, pero si su interlocutor se desvía del recto camino, Macedonio le orienta con interrogaciones socráticas, articuladas negligentemente. Destruye las vehemencias sin atacarlas, oponiéndoles un concesivo ¿le parece? que es una invitación a reflexionar." Scalabrini Ortiz

jueves, 21 de julio de 2011

Marco Denevi (1922 - 1998)


"Esquina Peligrosa"

El señor Epidídimus, el magnate de las finanzas, uno de los hombres más ricos del mundo, sintió un día el vehemente deseo de visitar el barrio donde había vivido cuando era niño y trabajaba como dependiene de almacén.

Le ordenó a su chofer que lo condujese hasta aquel barrio humilde y remoto. Pero el barrio estaba tan cambiado que el señor Epidídimus no lo reconoció. En lugar de calles de tierra había bulevares asfaltados, y las míseras casitas de antaño habían sido reemplazadas por torres de departamentos.

Al doblar una esquina vio el almacén, el mismo viejo y sombró almacén donde él había trabajado como dependiente cuando tenía doce años.

-Deténgase aquí. -le dijo al chofer. Descendió del automóvil y entró en el almacén. Todo se conservaba igual que en la época de su infancia: las estanterías, la anticuada caja registradora, la balanza de pesas y, alrededor, el mudo asedio de la mercadería.

El señor Epidídimus percibió el mismo olor de sesenta años atrás: un olor picante y agridulce a jabón amarillo, a aserrín húmedo, a vinagre, a aceitunas, a acaroína. El recuerdo de su niñez lo puso nostálgico. Se le humedecieron los ojos. Le pareció que retrocedía en el tiempo.

Desde la penumbra del fondo le llegó la voz ruda del patrón:

-¿Estas son horas de venir? Te quedaste dormido, como siempre.

El señor Epidídimus tomó la canasta de mimbre, fue llenándola con paquetes de azúcar, de yerba y de fideos, con frascos de mermelada y botellas de lavandina, y salió a hacer el reparto.

La noche anterior había llovido y las calles de tierra estaban convertidas en un lodazal.

Marco Denevi

martes, 19 de julio de 2011

¿¡ Y si el penal lo hubiera errado Messi !?

Argentina entre 1978 y 1993, exactamente quince años, fue dos veces Campeón del mundo (78/86) y dos veces Campeón de América (91/93). Desde entonces hasta el presente pasaron 18 años de “na e na”... bueno, sí: Campeones Olímpicos 2004/2008 (pero en fútbol, bien sabemos, esto se valora de un modo diferente).
Peor, aún, en los últimos cinco mundiales ni siquiera el orgullo de aparecer entre los cuatro mejores, es decir, deslumbramos al mundo con nuestros jugadores pero no hemos conseguido un sólo reconocimiento a nivel selección.
En los últimos 18 años hemos vaciado nuestras vitrinas. ¿Por qué? Evidentemente no ha sido porque no se sepa  ejecutar un penal ni tampoco por un hecho meramente fortuito.
Reseñemos posibles razones de las dificultades del camino hecho (en orden aleatorio):

·         La mayoría de los jugadores juegan en el exterior y se juntan muy de vez en cuando.
Refutación posible de la prueba: Con el resto de las selecciones americanas sucede lo mismo. De los 275 jugadores inscriptos en esta Copa América, 146 juegan fuera de sus países y sólo 129 lo hacen en sus ligas de origen. Europa es quien más aporta: 108 futbolistas (fuente Clarín deportivo)
·         Tenemos un Presidente de AFA (Julio Grondona, conocido como "Godfather" o "Luis XIV) que lleva 32 años de poder  absolutista.
Refutación posible de la prueba: El mundo del fútbol es muy prepotente, por lo tanto, es necesario poner orden en la casa adoptando decisiones sin consultarlas.
·         Messi no juega como en el Barcelona porque no quiere a su selección (¡Pero si ni siquiera canta el Himno!).
Refutación posible de la prueba: En el Barcelona juega tres veces por semana que es lo mismo que decir juega todos los días con media selección española donde, no cabe duda, sería un jugador brillante (Por otra parte a Messi se lo llevaron con 13 años como va  a cantar lo que nunca cantó).
·         Argentina no tiene a Xavi e Inhiesta.
Refutación posible de la prueba: Lo mismo que en el punto anterior (¿cuántas veces ha jugado junto a Gago, Pastore o el Kun?).
·         Deberíamos jugar con los locales y dejar de lado a los que les preocupa sus contratos millonarios.
Refutación posible de la prueba: La experiencia es irreemplazable.
·         La estirpe ya no existe, ya no se juega por la camiseta ni el orgullo de ser argentino (la que  conservan, por ejemplo,  los uruguayos).
     Refutación posible de la prueba: Cada jugador dice que su gran orgullo es jugar para la Selección Argentina.
·         Los  que juegan en Europa maravillan, pero aquí se desinflan.
Refutación posible de la prueba: Partidos de práctica ocasional no son suficientes.
·         El DT (Batista) sabe poco o nada de fútbol (además era el clásico jugador del antifútbol).
Refutación posible de la prueba: Hubo escasos partidos para verificarlo.
·         El DT debiera ser un técnico ofensivo que le guste maravillar a las tribunas.
Refutación posible de la prueba: Italia fue campeón del mundo con equipos mezquinos; Holanda, en cambio, maravilló y nunca lo fue.
·         Argentina tiene dos  equipos en uno. De la mitad para atrás (un horror) y de la mitad para adelante (le sobra jugadores).
      Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         En Argentina todos somos técnicos pero solo uno ejerce el cargo,  del mismo modo que hay una sola Presidente de la Nación.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Esto significa que deberíamos dejar  en el cargo al más capacitado o la más capacitada.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Un país dirigido y gobernado en todos sus niveles por los mejores debe dar como resultado una gran gran selección y un gran país.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Batista no es el mejor DT argentino.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         No todos los jugadores de la actual selección están preparados para el privilegio de vestir la camiseta nacional.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Adoramos demasiado a unos y censuramos demasiado a otros (¿Qué hubiera sucedido si  en lugar de Tévez el que malograba el penal hubiera sido Messi?)
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Messi es, lejos, el mejor jugador argentino.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Un penal puede hacer diferencia en los resultados pero no en el contenido del desarrollo global de lo que se hizo (caso Brasil).
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         En los penales también hay un arquero que ataja y jugadores que deben convertir, por lo tanto, no es azar puro.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Una selección  no se arma con las mejores individualidades sino con aquellos que mejor se adaptan a una idea colectiva (Como la selección del 86: Maradona + 10)
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Nos falta el uso medido de la razón para adoptar los cambios estratégicos fundamentales  y  equilibrio emocional para aceptarlos.
Refutación posible de la prueba: No la hay.
·         Cada uno debe ocupar el lugar que le corresponde .
Refutación posible de la prueba: No la hay.


domingo, 17 de julio de 2011

"El Monje Negro del Apocalipsis" (Capítulo XV) (2º parte)

Por todas partes brotaban caudillos de la tierra, bandidos sociales, delincuentes comunes y pandilleros de a caballo. Algunos promovían levantamientos para la libertad de los pueblos sometidos, otros aprovechaban la confusión para el bandidaje y, las excepciones, más hábiles que inteligentes, apelaron a los movimientos de masa para acceder al poder de las aldeas y las ciudades. A veces, estos mismos eran portadores de la voz de los campesinos y hablaban en su nombre defendiendo los intereses comunes, pero muy pronto, el Estado los subordinaba con muy poco. A los más reacios al chantaje se los compraba con algo más de esfuerzo y un poder feudal que se fue haciendo con los despojos del Imperio.
El Estado, por su parte, reestablecía el orden recurriendo al derecho, un formato legal hecho por los que estaban anclados en el poder mismo.  El Código Teodosiano es el mejor ejemplo del modo en como un emperador buscó imponer el concepto de justicia, adecuando todo el sistema jurídico preexistente en torno a una nueva realidad.
Todo aquello que perturbara las buenas relaciones con el individuo estaba sujeto a ser reprimido por la fuerza y su violencia se justificaba en nombre de la mayoría y  en beneficio de algunos.
Una fuente antiquísima narra que en cierta aldea del Mar Negro dos o tres revoltosos, un poco inquietos, habían asaltado al cobrador de impuestos. Cuando el romano hizo la denuncia ante  las autoridades de Oriente, el poder encontró la razón para justificar sus actos de arbitrariedad más depravados y crueles. Con la farsa de que aquellos hombres y mujeres escondían en sus casas a los malhechores, el pueblo fue sitiado bajo amenazas durante todo el día. Cuando llegó la noche lanzaron los lobos y los mastines hambrientos para descarnarlos. Al alba, el fuego lo arrasó todo. Los bandidos en cuestión nunca habían existido. Mucho tiempo después se  descubrió que el cobrador de impuestos había enterrado los beneficios públicos en lugar secreto, donde fue encontrada una enorme tinaja cargada de monedas de oro y plata. Pero el funcionario para entonces ya había muerto. Y la aldea sospechada de producir trigo para los bárbaros del norte había dejado de existir en un lugar donde ya nada crecía.
Cambiaban los hombres pero no las formas. Se hablaba en nombre de todos, pero se actuaba en favor de los que poseían el verdadero poder,  un viejo recurso político y social que se justificaba con leyes inventadas por los beneficiarios directos del conflicto....
Solía darse paradojas incuestionables: Un bandido accedía al estatus de caudillo de pueblo, para traicionar, finalmente, su origen aldeano; otros, más afortunados utilizaban al Estado para contribuir a las masas y arrastrar pueblos enteros detrás de sí con el firme propósito de expresar un poder multitudinario. Uno traicionaba desde lo individual hacia lo colectivo, otro, hacía lo mismo, aunque desde lo colectivo hacia lo individual....
La nueva idiosincrasia adoptaba formas cada vez más profundas y preconcebidas para reinventar la historia. Aún, después de la crucifixión,  quedaban dudas históricas: ¿Cristo había sido crucificado por profeta, malhechor o revolucionario? ¿Por qué fue crucificado junto a delincuentes? ¿Por qué liberaron a Barrabás, el asesino?
Cristo fue ejecutado porque sus palabras se habían convertido en un peligro para toda Judea. En adelante, este primer ejemplo, sería tomado en cuenta para la quema de los libros y la hoguera de los hombres.
No pretendamos justificar los hechos con aquello de que Pilatos se lavó las manos o Herodes y el Sanedrín eran judíos; Cristo era de la misma raza y no pretendió fundar ninguna nueva religión. Eso sí, fue un provocador y sabía lo que hacía. La palabra, a gran escala, bastaba para desestabilizar. Se descubría, así, que el poder de las armas podía no ser suficiente frente a un verdadero Mesías y la fe ciega de las masas que sucumbían a la prédica. Si,  por mero castigo,  se  ejecutaba  a  todo  un pueblo,  ya  no  habría   tributarios,   ni  mano  de  obra,  ni  vasallos.  La  clemencia, por  lo  tanto,   también   fue   parte   de   la   farsa....
 Consta en fuentes romanas incuestionables que “Cristo había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por Roma, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas”.
En definitiva, el poder siempre había actuado conforme al derecho, pero de una legislación hecha para satisfacer a muy pocos. Cualquiera que se revelara en contra del Estado era vilipendiado y sometido a una campaña de injurias de toda índole. Finalmente, el pueblo se auto convencía por constancia propagandística, la que sólo estaba al alcance de aquellos que disponían de los medios y recursos para imponer el engaño.
Por la misma razón, el salvaje actuaba como un salvaje y su violencia producía terror; pero era su única arma. En cambio, el poder que podía especular con el tiempo y utilizaba los recursos que provenían de sus propios robos y asaltos descarados en todas las regiones del Imperio, siempre vencía. Ese era el punto: Cristo debía ser sacrificado porque perturbaba la tranquilidad del sistema. Todos habían contribuido a su muerte pues a nadie convenía su  existencia sobre el terruño donde se vivía, todos se lavaron las manos y todos fueron culpables; hasta los apóstoles varones lo habían negado. Sólo las mujeres fueron valientes para acompañarlo hasta el último suspiro....

El Monje Negro del Apocalipsis, Capítulo XV: "El Cuerno de Oro" (Novela Histórica Registrada)
     

miércoles, 13 de julio de 2011

Carta de un león a otro II

“No jueguen más con el hincha”

Como hincha de Boca quiero expresar mi más profundo apoyo a todos los hinchas de River que están pasando por el peor momento deportivo de sus vidas. No voy a negar que estoy feliz por el descenso, pero esas cosas forman parte del “folclore del fútbol” y las recordaremos por el resto de nuestras vidas.

Sin embargo, en este momento tan particular quisiera rescatar, esas lágrimas, ese sentimiento manifiesto y ese dolor que sólo conocemos quienes tenemos la pasión del fútbol en nuestras almas y corazones.
Estoy harto, repodrido, de todos estos dirigentes (los suyos y los nuestros), de los jugadores (los suyos y los nuestros), de los barrabravas (los suyos y los nuestros), de los periodistas deportivos (de todos) y de todos aquellos que “viven” del fútbol, porque juegan con nuestra pasión y sentimientos para sacar provecho propio.

En esta semana tan importante, por todo lo que estaba en juego, he escuchado tantas estupideces…, como que River “no podía descender”, que era lo mismo que decir que Belgrano “no podía ascender”. O “que la historia podía más”. O que bla, bla, bla.

Los dirigentes no saben dirigir, los jugadores no saben jugar, los barras no saben de sentimientos, los periodistas se pasan la semana “armando” el/los partido/s, y el lunes se la pasan justificando por qué no fue así. ¿Dónde quedamos nosotros, que le damos identidad y vida a los colores de nuestra camiseta? Nosotros, que somos los verdaderos artífices de la pasión. Nosotros que mañana tenemos que ir a trabajar, o al colegio, o salir a la calle y aguantarnos las cargadas. Nosotros, los que no tenemos la posibilidad de cambiar nada. No manejamos los clubes, no armamos los equipos, no jugamos, no tenemos cámaras ni diarios para expresarnos. Somos los que bancamos a todos y encima nos tratan de idiotas.

Diferenciemos a los que propiciaron los desmanes al final del partido. Esos no son hinchas, se enojan porque se les termina un gran negocio. Otra de las cosas que escuché es que “el fútbol será diferente a partir de ahora”. De eso no estoy tan seguro.

Será diferente cuando nosotros, los hinchas, no vayamos más a la cancha, cuando no alentemos más, cuando no compremos más diarios ni revistas para saber nada de fútbol, cuando no compremos más camisetas, ni pelotas, ni le enseñemos a nuestros hijos el nombre de nuestro equipo antes que el nombre del abuelo.

Señores, hoy está de luto la parcialidad de River. Nada más. El mundo no se termina ni se parará para secarles las lágrimas. Hay cosas mucho más importantes y trascendentes que esta. De todos modos, señores, no jueguen más con el hincha. No nos subestimen: el “sentimiento no se mancha”.

Jorge Maceri
jmaceri19@yahoo.com.ar

Esta carta fue publicada por
Carta de Lectores
Diario Clarín
03-07-11

...y no se trata de una carta más, sino la de un amigo y colega con quien tantas veces compartimos domingos en la Bombonera, con más alegrías que sinsabores (fuimos afortunados); pero lo que toca en este tiempo de corruptos es hacer una dura reflexión que, a mi juicio, está perfectamente dibujada en esta carta. 
Carlos Cabrera

viernes, 1 de julio de 2011

Carta de un león a otro

 

Qué risa me diste la otra tarde... River querido, como me divertí viendote hundido entre los de abajo, no tenés idea. Mordiste el polvo; te lo merecías. ¿Te acordás cuando te eché de mi barrio?...fue el principio de tu poca memoria. Creíste que el rico podía más que el pobre... y el poder no lo puede todo; ya ves. Ahora vas a transpirar desde abajo, como los que trabajan en silencio y conocen la derrota, como los que madrugan y se ganan el pan con el sudor de las horas que matan. Estabas acostumbrado a la vida fácil. Pero el poder es así, viste. Todo lo que sube vuelve a descender porque la naturaleza puede más que “Don Dinero” y, al fin y al cabo, ya lo dice “Cambalache”...“en el 510 y en el 2.000 también”. Si Roma cayó, porque no River y Rávena. Me das penita, pero en lo profundo de este pozo incomprensible del hombre de hoy, que siente más y razona menos, soy parte de tu penuria porque somos almas gemelas que nacieron para el rechazo y el amor imposible.

Te quiero River, no se lo digas a nadie. Nuestra madre fue la misma. Más que primos, fuimos hermanos y estamos atados al mismo destino. Soy poco si vos no estás, en cambio, soy alguien cuando existes. No hay dos domingos iguales en el mundo entero. Te lo juro. Tu muerte también es la mía. Por eso renacerás de estas cenizas. Porque todos, al fin y al cabo, aprendemos la lección que supera al orgullo. Despertarás como el gigante que fuiste, porque tu dolor que es la risa que oculta mi tristeza, es más grande en la sencillez del hombre que ama. Porque no es la violencia tu emblema, sino tu historia de plata. Por eso el mundo, hoy, habla de vos, y pronto volverá a nombrarte con hidalguía, con el orgullo recuperado y esa banda roja que te vio nacer en el mismo barrio donde yo también nací.
Carlos Cabrera, Valencia, 1 de julio de 2011