Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



jueves, 20 de septiembre de 2012

Civilización vs. Barbarie en el XXI

           

Civilización o Barbarie en las calles de Buenos Aires:

Antes que Sarmiento expusiera su ensayo sobre Civilización vs. Barbarie ya existía un concepto colonial de separación de razas, de piel y de modelos para la futura Argentina: Lo autóctono y lo europeo. El tiempo sucesivo y las Instituciones no hicieron más que reformular la apariencia en un modelo social a seguir como ejemplo: El dominio de los blancos ilustrados frente a los ignorantes destinados a ser la mano de obra esclava, sierva o mal paga.

El gran maestro y los otros petulantes representantes de la Organización Nacional y los de la Generación del 80, no hicieron sino más que adecuar el modelo a una educación primaria para los pobres y la formación universitaria para las clases selectivas. “Las masas ignorantes hay que educarlas con la razón”, decía Esteban Echeverría…si, claro, con la razón de los poderosos. Así, muy pronto con la llegada del inmigrante, quedó en evidencia el fin último: Construir una Argentina a la europea. Y no es un dato más, pues fue el modelo que imperó enfrentada a la Argentina mestiza, oscura, sumisa y pobre.

Mientras la Ley Sáenz Peña (1912) fue un salto de calidad alcanzado bajo la presión de nuevos movimientos políticos ideológicos que dio lugar y espacio a los hijos de los inmigrantes que duplicaron la población Argentina en tiempo record (1875 -1910), hubo que esperar la llegada de un movimiento de masas para revertir la injusticia social de un dualismo que nunca acabó: Los pies en las fuentes de Buenos Aires que oscureció el agua aquel 17 de octubre de 1945 volvió a colocar al país en la disyuntiva original: Civilización o Barbarie.

Y, a pesar que el tiempo avanza, inexorable y fatal, el maniqueísmo Sarmientino parece reflotar en las calles y la sociedad argentina. La xenofobia nunca fue extinguida porque persiste el modelo donde unos quieren vivir a la europea y otros parecen invasores en su propia tierra. El país se ha latinoamericanizado en la piel y en sus búsquedas más profundas. Ya no podemos contrarrestar el 61% de sangre autóctona que corre por las venas de las mayorías.

Sin embargo, las recientes y sorpresivas marchas de “grupos espontáneos” por las calles de Buenos Aires (“el que no salta es un negro”, dicen que gritaban), más allá de ciertas protestas justificadas como es el tema de la seguridad ciudadana que debe proveerla el Estado, careció de otro argumento sólido imaginado por los propios medios de comunicación enfrentados al Gobierno Nacional (libertad para operar libremente con moneda extranjera, supuesta pretensiones de reelección, el voto joven, “la Cristina” es prepotente y compra zapatos caros, en fin…).

Tengo la misma sensación que viví en España, la xenofobia bruta de no aceptar al diferente, la de crear espacios exclusivos para los que parecen educados, bien vestidos, exquisitos y, sobre todo, creerse parte de una raza superior por voluntad de los dioses, del destino o de un supuesto mayor coeficiente mental pues son los que alcanzan las funciones de mando cuando, en realidad, siempre fue la ausencia de igualdad de oportunidades que implementaron la mayoría de los gobiernos elitistas y dictaduras varias, lejos de un modelo nacional y popular (llamados por los mismos europeos en crisis terminal como “Gobiernos Populistas”: Buenas broncas tuve con los entendidos catedráticos/as que pretendían imponer una verdad subjetiva a sus alumnos que nada cuestionaban).

Cuando la Civilización habla, el bárbaro debe callarse. Tal vez allí radique algo del por qué la fuerza bruta de los seguidores de Rosas, Perón o de nadie, y se resista frente a  los otros argentinos más afortunados. Hay un odio perceptible entre las partes en pugna. Temo que la violencia sea explícita entre unos y menos perceptible entre los otros. La violencia en cualquiera de sus formas degrada al género humano. Esta verdad supera el color de las razas, pues agrede la condición humana. Y la agresión tiene mil formas implícitas.

Puede que el maniqueísmo de Sarmiento siga vivo y, nuevamente, empuje a nuestro pueblo al abismo aterrador que nos involucró con las sombras del pasado, precisamente cuando estamos más cerca que nunca de la unidad latinoamericana y de la liberación de los pueblos hartos de que otros decidan por su libertad y por su destino.

Prof. Lic. Carlos Cabrera, Buenos Aires, septiembre 20 de 2012

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