Cuando miramos hacia atrás, hacia el camino recorrido individualmente, no estamos haciendo otra cosa que evocar, observar, reflexionar y aprender sobre nuestra propia historia, de igual modo la Historia con mayúscula, la que involucra a la humanidad en su conjunto sin distinción de razas ni de credos, apela a un mirada lejana y profunda que se proyecta desde un pasado milenario hasta este mismo instante que llamamos presente.
La expresión individual transformada en la expresión colectiva de la raza humana.
La Historia también se propone evocar, observar, reflexionar y aprender de ella misma.
Su horizonte mira hacia atrás para descubrir y mira hacia adelante para crear.
Descubrir significa aprender, crear, avanzar sin límites.
La Historia es significativamente mucho más que un libro escrito, que cien mil libros escritos; ni todos los libros del mundo podrían contener todos los hechos y todas las circunstancias, lo que por sí mismo motiva a indagar, a desenterrar nuevos tesoros, a razonar nuevos fenómenos, para cuestionarlos y para volver a razonarlos.
La búsqueda de la verdad es insaciable; la duda frena y la incertidumbre acosa.
La Historia es ordenar el caos. La humanidad lo fue y lo sigue siendo, pero el hombre indaga porque es capaz de crear y de creer. Puede crear una verdad falsa, pero se redime y descubre una verdad superior que destruye el engaño para aproximarse a la verdad objetiva de lo que pudo haber sido.
El hombre ha intentado infinitas maneras para reducir la memoria de los hombres (de cualquier lugar y de cualquier tiempo) y, sin embargo, ha engendrado una paradoja, la de transformar a la memoria en la sustancia necesaria e indispensable para sobrevivir y defender la libertad y la dignidad humana.
Cuando la memoria muere, otras generaciones la recuperan; y la historia se hace eterna, inmortal, superlativa.
La Historia intenta explicar a todas y a cada una de las parcelas del universo, pues no es otra cosa que el Arca de Noé depositado sobre un tablero de Ajedrez que hay que desmenuzar para comprenderlo.
Posiblemente la Historia no forme parte del "top-ten" de la juventud y, los adultos, se apasionen con las historias noveladas, más como algo meramente ocasional que como un placer basado en el conocimiento empírico; no parece que, por lo que contiene y significa, la Historia sea valorada en su justa medida. Sin embargo, todos recurren a ella para explicar al hombre; todas las ciencias necesitan de la Historia para explicarse a sí mismas.
Más aún, cada individuo mira hacia atrás, observa su camino, reflexiona y cree que aprende sólo de él, cuando en realidad está observando, reflexionando y aprendiendo a partir del camino de todos, de su cultura, de su pueblo, de su propio origen, que no es ni más ni menos que esa pequeña parcela que ocupa como individuo, el cuadrito de un tablero de ajedrez, representando la historia de un colectivo, el de una Nación y el de toda la raza humana.
Profesor Carlos Cabrera
Universidad de Valencia
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