Argentinos/as !!!

La Historia y la Literatura tienen mucho que decir sobre nuestra Identidad. Mi visión no es el único perfil, pero lleva como finalidad la integración del colectivo que consolide la Provincia 25. De manera que funciona como puerta abierta a la memoria y al conocimiento de aquello que, bien o mal, nos pertenece y nos representa. Hecho con afecto para todos los compatriotas...



miércoles, 1 de febrero de 2012

"El Monje Negro del Apocalipsis" (Capítulo XIX)


Arsinoe era Magdala, la que había muerto el mismo día de la partida. Ahora, estaba más allá del contacto terrenal con los mortales; ella era la Diosa-Maga, la que todos adoraban, el Mesías hecho mujer-deidad para cumplir con la promesa de la leyenda y el mito.
Al despertar de su aletargado sueño vio como le arrojaban flores del campo y como las muchachas corrían detrás de ella para pedir por la juventud eterna, los niños por un sueño de cristal que perdurara intacto, los ancianos por una muerte digna en su propia tierra. Todos anhelaban lo que no tenían, lo que parecía imposible, aquellas cosas que estaban lejos de los hombres. Fue, entonces, cuando Nazareno se acercó al viejo amor que brillaba sobre los hombros aceitados de seis hermosos efesios. Cuando, finalmente, estuvo frente a los ojos inconfundibles de la que había amado, hizo un gesto de cortesía. Pronunció unas palabras que, sin saberlo, serían las primeras y las últimas que pronunciaría ante la maga: “Dime, Magdala, retornáras a la tierra húmeda para que pueda amarte o te quedarás en el cielo para subyugar a los mortales”. La diosa lo miró con la misma compasión de lástima con que los hombres poderosos miraban a sus siervos. Sus labios, que parecían un higo abierto al mediodía, produjo el breve temblor de las palabras que matan: “Si descendiera para amarte acabarías con mi placer. El amor de los hombres siempre es un desenlace cruel; el poder, en cambio, te crea esta perversa ilusión de estar por encima de todos”.

Eso fue todo. El monje permaneció con la mirada obnubilada, sin voluntad, sin lograr comprender lo que estaba viviendo.  Nuevamente su pensamiento se había trasladado a otro mundo, a otra realidad ajena. Pensó que el hombre es un niño perpetuo.  Pensó  que  el  hombre verdadero  resistía  para descubrir algo superior; se negaba a aceptar una percepción falsa de la realidad. La vida no podía ser una mera quimera donde el mago creara un poder hecho de ilusión.  Su  magia exploraba las necesidades de la gente, las explotaba, las multiplicaba. El mago gobernaba a los idiotas  levantando una falsa muralla contra un enemigo que no era peor que el que estaba dentro.
En su viaje cósmico, el monje, perfilaba un futuro de extraordinarias mentiras para que el hombre lo creyera y se regocijara de una historia propia que no era tal. Se inventaban verdaderos mitos  para despertar la necesidad de agasajarlos, de sublimarlos, de rendirles pleitesía. Había necesidad de ver que había razas superiores, que había hombres superlativos y que sólo ellos eran los elegidos por la voluntad divina. Hasta los dioses o el único dios lo aprobaban. Era parte de la representación de la gran obra universal. A nadie le faltaba un rol para cumplir. Si el campesino era campesino, lo era porque debía serlo. Dios, el justo, había repartido cada papel con el bastón dorado de su diestra. La justicia etérea no se discutía ni se cuestionaba, se aceptaba incondicionalmente para tener un lugar en el cielo. Solamente los transgresores y los rebeldes arriesgaban un alma perpetua en el infierno.
Así, con un pensamiento construido a  la medida de los mortales, fue naciendo una nueva autoridad que las masas reclamaron como propias. La ignorancia estaba edificada sobre la misma naturaleza de la especie y educarla podía derribar las columnas que sostenían tan bella construcción; debían comportarse como seres incapaces de crear un pensamiento propio.

"El Monje Negro del Apocalipsis", Cap.XIX, "La Diosa-Maga"

No hay comentarios:

Publicar un comentario